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Decir adiós a la ropa y otras batallas de desapego emocional.

  • Foto del escritor: Liz  Almeida
    Liz Almeida
  • 9 abr
  • 3 Min. de lectura

Guardar ropa que ya no usamos es un acto más emocional que práctico. No se trata solo de telas, cortes o tendencias; cada prenda que mantenemos en nuestro clóset sin usar es un testimonio silencioso de nuestras emociones, miedos y resistencias al cambio.


 

POR LIZ ALMEIDA 19 DE MARZO 2025


Desde la psicología, este fenómeno se relaciona con el apego emocional a los objetos, un vínculo que va más allá de lo material y que puede explicarse desde varias perspectivas:


La ropa como extensión de nuestra identidad


La moda no es solo lo que vestimos, sino un lenguaje que comunica quiénes somos. Según la teoría del self extendido de Russell Belk (1988), los objetos personales —incluida nuestra ropa— forman parte de nuestra identidad, al punto de que deshacernos de ellos puede sentirse como perder una parte de nosotras mismas.


Es por eso que, aunque una prenda ya no nos represente, seguimos guardándola: porque nos recuerda una versión de nosotras que en algún momento existió y que, de alguna manera, seguimos sosteniendo.


El peso de la nostalgia y la memoria afectiva


La ropa puede funcionar como un “ancla emocional”. Un vestido puede representar la seguridad de un momento feliz, una chamarra puede contener el eco de alguien a quien amamos. Aquí entra en juego la memoria afectiva, el proceso por el cual los objetos nos ayudan a preservar recuerdos y emociones.




Desde la neurociencia, se ha demostrado que los recuerdos asociados a experiencias sensoriales (como el tacto de una tela o su olor) tienden a ser más vívidos y difíciles de soltar. Esto explica por qué muchas personas se aferran a ropa que ya no usan: porque deshacerse de ella parece equivalente a dejar ir el recuerdo que contiene.


Miedo al vacío y la sensación de pérdida


El minimalismo nos dice que soltar es liberador, pero la mente humana está programada para resistirse al vacío. La aversión a la pérdida, un concepto de la economía conductual (Kahneman & Tversky, 1979), explica por qué nos cuesta más desprendernos de algo que ya poseemos que evitar adquirirlo en primer lugar.


En el caso de la ropa, esto se traduce en pensamientos como:

❝ ¿Y si algún día la necesito? ❞

❝ Tal vez vuelva a quedarme… ❞

❝ Es que me costó mucho dinero… ❞


Nos aferramos a la posibilidad de un futuro en el que esa prenda vuelva a tener sentido, aunque en el fondo sepamos que ese día nunca llega.


Entonces, ¿cómo soltar sin culpa?

Si el desapego fuera solo una cuestión de voluntad, bastaría con hacer limpieza de clóset sin mirar atrás. Pero como es un proceso emocional, requiere conciencia y autocompasión.


Aquí algunos enfoques que pueden ayudar:


  • Reenmarcar la pérdida: En lugar de verlo como “deshacerse de algo”, pensarlo como hacer espacio para nuevas versiones de nosotras mismas.

  • Transformar el significado: Agradecer lo que cada prenda representó y permitirle seguir su ciclo en otra persona (donando, vendiendo o reutilizando).

  • Cuestionar la utilidad real: Preguntarnos con honestidad: Si la viera hoy en una tienda, ¿la compraría?

  • Abrazar el cambio como evolución: Así como nuestra esencia va más allá de lo que usamos, nuestro clóset debería reflejar quién somos ahora, no quién tememos dejar atrás.


Después de todo, en la moda —como en la vida— soltar no es perder, sino transformarse.


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