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Los conciertos son (ahora) las nuevas pasarelas



Durante los últimos años, la moda ha trasfigurado como un elemento indispensable y expectante de los conciertos, logrando ser la identidad de los artistas sobre el escenario y la motivación distintiva de las audiencias. ¿La razón? Los efectos post pandemia y la satisfacción del proceso creatiivo.


POR LIZ ALMEIDA 24 DE ABRIL 2023


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El estilo evoluciona, se adapta y sobre todo, autentifica. Basta con ver enterizos de látex en rojo para reproducir mentalmente Oops! I Did It Again de Britney Spears, revivir el 2011 al ver prendas customizadas con dulces que Katy Perry apropió o, en casos más contemporáneos, asociar el estilo biker directamente a Rosalía, quien lo reconceptualizó a su propia imagen llevándolo a ser inclusive, la estética viral del 2022 “motomami”.


Y es que los cimientos que facilitan esta lluvia de estilos en los conciertos este último par de años radica en justamente eso: el concepto del interprete. Harry Styles en su Love On Tour es el ejemplo impecable de que con una imagen establecida, un fandom tan decidido como creativo y redes sociales que documenten el proceso, obtienes como resultado un universo que puede replicarse y ser de inspiración para otras fanbases que deseen la misma experiencia.


Claro está y sobra decir que este no ha sido un caso aislado ni mucho menos el pionero de la personificación inspirada en artistas al momento de atender sus conciertos. Sea mediante recuerdos propios o el buscador podremos comprobar que, cuando se trata de un concierto, el esfuerzo en materia de estilismo es extra y se nota. Pero lo cierto es que desde la pandemia y la incertidumbre colectiva sobre el regreso de los conciertos masivos y presenciales, tal esfuerzo ya existente ha incrementado y sido mucho más valorado a la hora de asistir a cualquier evento.


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A 3 años del confinamiento, las lecciones aprendidas sobre ello perduran aun de forma implícita: apreciar el hoy para hacer y vivir como realmente se desea trasciende, de igual forma, a la vestimenta, y bajo estos dos motivos -que resultan suficientes- es lógico que por ello, el esfuerzo de fanáticos y asistentes por identificarse aún más con sus artistas sea mayor. Porque sí podía hacerse de igual forma años atrás, se apostaba más por la comodidad que por el glamour cuya fragilidad hemos testificado cuando el mundo está vulnerado, tal como fue el caso del 2020.


La popularidad indiscutible de los vlogs y formatos cortos de videos ‘get ready with me’ y ‘DIY’, son otra de las claves que han favorecido a los conciertos como las nuevas pasarelas que todos deseamos y de hecho, podemos ver con facilidad y alcance inmediato. Donde podríamos asignar al artista como la mente creativa tras los vestuarios de su -supongamos- colección portada por su público armonizando más allá del sentido musical.


Así que podemos agregar a la lista del principio que el estilo evoluciona, se adapta, identifica e inmortaliza. Lo que usamos hoy podrá no ser lo que usaremos mañana, pero si podremos retroceder y revivir aquello que ese outfit de concierto significó en su momento. Porque la experiencia no finaliza en usar una prenda que cumplió su cometido; sino en cada recuerdo de su confección, adquisición o visión. Las plumas características de Harry Styles, los diamantes de colores de Taylor Swift o la combinación negrirosa de Blackpink son elementos que se han convertido en algo cercano a su propiedad conceptual que quienes lo sepan, pueden rectificar. Y eso, es tan solo una maravilla más de la moda y cultura pop.

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